Tiempo de Ocio Ceuta

  • Diario Digital | viernes, 03 de mayo de 2024
  • Actualizado 02:03
Viva España

Después de pelear bravamente, los dos equipos españoles se alzaron con la victoria en el siempre difícil campo de San Siro. Sí. Los dos equipos. Sólo uno podía ganar, pero ambos se trajeron para casa la impronta de dos equipos que lo dieron todo para conseguir levantar la copa.

Seguro que no es necesario hacer una larga exposición de los méritos de unos y otros a la hora de haber demostrado su empeño en las más de dos horas que duró semejante duelo. Esta justa se recordará largamente, aunque no haya sido la primera vez que dos equipos españoles se enfrentaban en una final de la ahora Champions League. Todavía se recuerda con orgullo patrio aquella primera final entre dos equipos españoles, en Saint Dennis en el 2000, o aquella segunda final de Lisboa de 2014 que acabó por segunda vez con dos equipos españoles peleando por la ansiada copa continental de clubs. Ahora volvían los mismos equipos a intentar una gesta semejante.

Todo estaba preparado. Todos los medios lo habían adelantado. Un gran despliegue por parte de cualquier medio de comunicación que se preciase. Las fuentes donde se bañarían los hinchas de ambos equipos estarían listas en cualquier ciudad de España. Las banderas de ambos clubs se colgarían en las ventanas de todas las ciudades. Daba gusto ver la cantidad de banderas que aparecieron colgadas a lo largo y ancho del país. Banderas que marcarían el acento que los aficionados españoles sentían por los colores de sus equipos.

No hubo más espectáculo que el puramente deportivo. Únicamente, banderas deportivas o de representación del país al que pertenecían ambos equipos. No hubo politiqueos ni expresiones independentistas. No hubo pitos a nadie que no fuesen los propios lances del juego. Nada que no pasase por aquello que se supone formaba parte del juego. Si tuviésemos que buscar algún cante, como siempre el de las manifestaciones de los jugadores peleándose entre ellos o algún otro enseñando la tableta. Bien por ello.

Lo cierto es que si hubo un ganador no fue otro que el Rey Felipe VI (reconocido colchonero) que tuvo la oportunidad de disfrutar del propio sufrimiento que se suponía ver como pasaban los minutos viendo cómo se le escapaba a su equipo entre los dedos la final soñada. Sólo fue en ese rato cuando se le vio como un aficionado más. Al final sonreía como un chaval al entregar la copa a uno de los equipos de su país.