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  • Diario Digital | jueves, 02 de mayo de 2024
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Lágrimas en la lluvia. El debate

Lágrimas en la lluvia. El debate

Los medios de comunicación nos habían hecho desear esta nueva confrontación entre los grandes líderes de nuestra sociedad política. Nos habían dicho que esta vez el grupo iba a estar completo, que la presencia de Rajoy como cuarto interlocutor válido iba a dar al debate una marcha que no había tenido el del anterior mes de diciembre.

Llegó el día y la parafernalia fue la esperada. Mucha luz, pero pocos taquígrafos. Los dirigentes de la Academia de la Televisión habían previsto un trabajo realmente fino. No podía permitirse ningún fallo. Así fue y con una rimbombante llegada, se dieron cita aquellos grandes próceres de la nación.

Rajoy y Sánchez, como manda la tradición, con riguroso traje y corbata. Los emergentes Rivera e Iglesias, en uso de la reciente moda del “sincorbatismo” dieron una imagen de chicos modernos, apartados de cualquier tipo de casta a la que se les pudiese emparentar.

Después de ligeros roces entre los presentadores, que en plan macho alfa se estorbaron hasta dejar marcados los territorios, se inició el ansiado debate que comenzó Pablo qué, coleta al viento, nos sorprendió bajando el tono que suele esgrimir en su discurso, seguramente por la nueva línea socialdemócrata en que quiere colocar a su partido, dejando marcadas sus máximas electorales con una mirada inicial a Pedro que se repitió innumerables veces a lo largo de todo el espacio. Somos la izquierda razonable Pedro, decía haciendo ojitos al del PSOE. No te equivoques de adversario. Nuestro mutuo adversario son el PP y Rajoy. Pedro, mirando de refilón a Pablo, no dijo ni sí ni no y se dedicó en cuerpo y alma a castigar a Rajoy.  Albert en el tono conciliador a que nos tiene acostumbrados, dejó atrás sus defectillos anteriores de escenificación y se dedicó a mover papeles de un lado para otro, buscando un lugar adecuado donde poner las manos. Y por fin Mariano, apoltronado en su atril supo contestar a unos y otros en el mejor porte del maestro viejo que sabe utilizar sus mañas con los alumnos. Fue memorable cuando riñó a los tres adversarios políticos diciéndoles que cuando se viene a un debate hay que traerse la lección aprendida. Los otros se revolvieron soliviantados.

Después de casi dos horas de vigilia pudimos sacar alguna conclusión, que no solución. Rajoy es un duro fajador que sabe resistir los envites de tres o de treinta y tres, mientras sea en su terreno. Pero la presión de tres rudos contrincantes inquiriéndole por la corrupción en su partido, puede hacer temblar a cualquiera. No fue capaz de decir algo notable sobre cómo arreglar los problemillas de su partido, más que recurrir al clásico “y tú más”.

Sánchez ha perdido fuelle. Ha demostrado ser una persona con objetivos fijos y fijados previamente. Quiere ser presidente y esa es la única condición que acepta. No importa a donde haya que mirar. De momento se ha limitado a poner mala cara a cualquier propuesta de su derecha y a partir de este debate, también de su izquierda.

Rivera ha tomado carrerilla. Su postura conciliadora, sin pedir un puesto de presidente o similar, le ha hecho salir favorecido de este envite. Siempre y cuando sepa o sea capaz de mantener esa postura centrada podrá ser capaz de sacar punta a una situación que, a priori, se le presenta bastante complicada.

Iglesias se ha convertido en un fino estilista que ha sabido aprovechar el tirón que le puede dar la impostura de los demás oponentes, para plantear una estrategia perfectamente elaborada, en la que por medio de un discurso de baja intensidad, pide el voto de la izquierda, de toda la izquierda como si de hijos suyos se tratase, para luego comérselos como cuando Saturno se comió a los suyos.

En fin. Estos debates, muy americanos ellos, enfrentan a personas con criterios divergentes que nos presentan, no sus propuestas de programa, sino lo malos que son los otros o los programas de los otros. Se decía que iba a ser el revulsivo que necesitaba aquel treinta por ciento de votantes todavía indecisos, pero la realidad es que este debate no ha sido otra cosa que lágrimas en la lluvia. Únicamente ha valido para cubrir con algunos rayos centelleantes el panorama de oscuridad general en que hemos estado sumidos los pasados seis meses.

Es la hora de que el votante dé su opinión sobre quien será el que centellee los próximos cuatro años. Como siempre, el resto quedará relegado a intentar que lo que se haya prometido se cumpla. El escenario parece sacado del monólogo final del replicante Roy Batty en la película Blade Runner.