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  • Diario Digital | viernes, 03 de mayo de 2024
  • Actualizado 14:33

Jorge M. Mosquera Longueira, nacido en La Coruña, escritor y abogado, con despacho profesional en Burgos y especialización en Derecho Penal y Militar 

 

Han pasado treinta años desde los primeros Goya. Aquella ceremonia a la americana donde los fetiches de la época presentaron sus mejores galas a una alfombra roja repleta de lo más granado de la sociedad del cine, marcó las pautas. Faltaba hábito en tales actos y lo suyo fue copiar lo que entonces era lo máximo. Todos pretendieron caer simpáticos y dar atracción. Allí se dio a conocer la figura de Goya (el cabezón, le vinieron a llamar posteriormente) a quien salía una cámara de cine de una grieta que tenía en la cabeza (muy rarito). Ahora bien, se trataba de cine. Sólo de cine. El discurso del presidente González Sinde (padre), seguro que no presagiaba los problemas que tendría el cine treinta años después, ni mucho menos que su gala acabase convirtiéndose en un escaparate político.

Según el cine español evolucionaba y en ocasiones mejoraba, llegaron las simplezas. Las galas viraron a una palestra de exposición pública donde se exigían derechos y prebendas lejos de las dificultades que afectaban al cine. O se reivindicaban cuestiones que nada tenían que ver con el cine. Lamentable fue aquel año del “no a la guerra”. Luego las típicas peticiones; el recurrente tema de del IVA cultural al 21% o el resoplido del anterior presidente "hacer películas en España es un acto heroico” sobre la poca venta y la gran competencia enfrente del cine español a la hora de colocar su producto. Quizá no estaba vivo el fraude de taquilla que investiga las subvenciones.

Este año, en el que no han asistido los Reyes (por lo que pudiera pasar), se ha notado de nuevo el poderío que se auto irroga este colectivo. Un tal Botto allí apalestrado, se atrevió a discutir la personación policial y la puesta a disposición judicial de un grupo de “teatro” que había perpetrado una representación infantil de títeres en la que, amén de una incierta apología del terrorismo, se estaba jugando “culturalmente” con la educación de los niños asistentes. Increíblemente, esta proclama, fue aplaudida por los que allí se encontraban. Cosas del cine.

La nota simpática la dieron nuestros políticos que, una vez pasados por el oportuno photo-cool y apuntados por los focos, nos han enseñado qué, si España se lo merece, se puede cambiar de pinta.

El cine consiguió que, Pablo Iglesias, ante la ¿presión de Resines?, se presentase en la gala de los Goya con un smoking y pajarita. ¿Qué habrá argumentado Resines para que alguien con la manumisión indumentaria de Pablo Iglesias se haya presentado en la gala de los Goya como un pimpollo? El poder del cine.

No les atosiguemos. Que respiren. El resto recordemos la conclusión a la que se llega en la magnífica película de Billy Wilder “Con faldas y a lo loco” cuando Daphne le dice a Osgood "No me comprendes, Osgood. Soy un hombre" y Osgood contesta - "Bueno, nadie es perfecto".