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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Lo cierto es que el whatsapp es lo que tiene. Te mantiene informado de cualquier evento por medio de la, hoy en día, conocida técnica de aburrirte con sus constantes pitidos, cancioncillas o silbidos. Este año me ha avisado con prontitud y orden de la celebración del Día Internacional de la Mujer.  Recibo un meme que representa de manera muy fiable lo que se pretende simbolizar con el desarrollo de este evento. Se ve un pollito con un lazo rosa en la cabeza y con una de sus patas montada encima de un huevo y aparece una leyenda que dice: “por muy gallo que sea el gallo, la gallina siempre será la de los huevos”. Cierto totalmente. Pero ¿aplicable? Lamentablemente no.

Desde el 08 de marzo de 1975 se viene celebrando este día que se preña de manifestaciones y concentraciones de mujeres en las que se reclaman mejores condiciones laborales y personales, condiciones éstas que las mujeres deben ganarse a pulso y que a estas fechas no parecen precisamente consolidadas.

Exigen igualdad salarial -mismo salario por el mismo trabajo- en el mercado laboral para mujeres respecto de los hombres, se protesta para pedir el final de la discriminación por razón de sexo u otros actos machistas denunciados por numerosos colectivos, se grita, en fin, para dejar de quedar en casa con la pata quebrada o siquiera para conseguir recuperar un respeto que se ha perdido. Está bien, pero ¿quién grita? Lo siento: una minoría muy frágil. No quiera parecer que la mayoría que no asiste a estas manifestaciones de apoyo a la mujer están en contra de reclamar la igualdad para la mujer trabajadora, no. Seguro que no. No obstante debemos aceptar que las manifestaciones no son para todos.

La historia nos ha repetido que los hombres, los varones, habían sido quienes habían llevado adelante aquellos antiguos dogmas, pero el paradigma de que el hombre es el que lleva a casa el condumio y que la mujer debe quedarse en casa ha pasado a mejor vida y si no es así, debe pasar cuanto antes.

La realidad de aquellas mujeres, madres, muchas de ellas trabajadoras fuera de casa, todas ellas sufridoras, que nunca han dejado de amparar, cuidar, cobijar, sufrir… los designios familiares ha dado pie a una leyenda de poderío del hombre sobre la mujer que debe ser proscrita. La creencia que ellas significaban el complemento perfecto para los machos ibéricos, en casa fregona y en la calle con su mejor vestido y el ojo pintado, debe ser  revocada y extinguida.

Las nuevas tendencias culturales han dado vuelta a muchos de los dogmas que se traían aprendidos de otras épocas y nos han recordado que hay dos géneros difícilmente equiparables, sin que ninguno esté por encima del otro, más allá de sus propias diversidades. Ojalá algún día lleguemos a constatar que las diferencias han quedado meramente en las fisiológicas.

Lamentablemente ha habido que regular para que ellas no quedasen atrás. Se han debido crear y desarrollar leyes de cuotas para situarlas en el puesto que merecen. ¿Vale esto? Sí, pero como mal menor. Bien está que se celebre este día conmemorativo, pero el reconocimiento que se le debe dar a la mujer no debe ser tan minimalista. El hecho cierto de que se haya llegado a mujeres que han alcanzado escalones de lo más alto: jefas de estado, militares, médicas, abogadas, amas de casa, paradas…igual que hombres, ha hecho que las legislaciones estatales se hayan relajado.

La regulación estatal no debe contentarse con esto y perder de vista que todos los años mueren (en España) muchas mujeres como consecuencia de violencias de género que, aunque no debían existir con ese término, así es. Los partidos, sindicatos, asociaciones, todos los que puedan estar afectados, deben unir sus esfuerzos para que, por lo menos, se pongan todos los medios posibles para evitar esta lacra. No puede ser de otra manera.

Desgraciadamente, siempre habrá quien trate de escudarse en una definición de sexo débil que nunca debió existir o en el mito de la mujer objeto o la despectivamente llamada  mujer florero. La visión de las mujeres bañadas en champan cuando finaliza una carrera de coches o de motos, o la parafernalia de la Pedroche en las campanadas de fin de año no ayudan demasiado a mejorar esa actitud. Exijamos que se eviten estos postureos y procederes. Así sea, ellas se lo merecen. Al resto, recordarles la primera estrofa del pasodoble Suspiros de España, que la simpar Estrellita Castro paseó por todo el mundo: “Quiso Dios con su poder fundir cuatro rayitos de sol y hacer con ellos una mujer”.