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  • Diario Digital | viernes, 03 de mayo de 2024
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Jorge M. Mosquera Longueira, nacido en La Coruña, escritor y abogado, con despacho profesional en Burgos y especialización en Derecho Penal y Militar 

Dinosaurios

 

Los Aranda son una tribu que habitan en el centro de Australia, donde los viejos gozan de un gran prestigio y bastante autoridad. Cuentan que un viejo chamán llamó a su heredero para explicarle porque debería respetar a sus mayores. Como el heredero planteaba dudas, el viejo le dijo -Te contaré una historia que ayudará a que lo entiendas.

Hubo una vez un mundo antediluviano gobernado por dinosaurios. Todos eran colorados, pero de diferentes pelajes. Convivían, el jefe González-saurio de gran inteligencia y carisma, el Guerra-saurio, sibilino y velado, el Leguina- saurio concienzudo y minucioso, el Rubalcaba-saurio astuto y ladino, y muchos más. Se mantuvieron casi quince años en el poder, hasta que un día apareció otro dinosaurio, este de color azul, que con un verbo desconocido y profiriendo máximas del estilo de “váyase Sr. González, váyase” acabó con su hegemonía. Aun así, pudieron compartir la tierra, turnándose en el poder. Ahora el dinosaurio Rajoy-saurio, insulso y templado, mandaba con poca holgura.

Aquellos dinosaurios desgastados se fueron a casa y como cualquier retirado, fueron condenados a mirar obras y a dedicarse a la bolsa. Pero habían dejado tras de sí la paz.

Sus herederos fueron trampeando como pudieron los envites de la historia, hasta que un nuevo espécimen de la raza dinosaurio, el Sánchez-saurio, colorado, pero con pintas en el lomo y gran ambición llegó al poder y pretendió gobernar a los dinosaurios. Pero ¡oh! No lo tuvo fácil, ya que de pronto se observó que un nuevo meteorito estaba presto a impactar. Llevaba coleta y se llamaba como el primer dinosaurio. Los otros dinosaurios le aconsejaron pactar con los que antes compartían la tierra, pero éste se negó en rotundo, poniendo en peligro la paz tan dolorosamente ganada. Tuvieron que ser aquellos viejos dinosaurios, quienes renaciendo de sus cenizas, volvieron a la arena, ahora con gorras, bufandas y achaques, presentando ante el comité de dinosaurios un manifiesto en el que decían no estar de acuerdo con lo que estaban haciendo los nuevos, y que de seguir así, actuando únicamente con un criterio personal, podían volver a desaparecer.

Los nuevos dinosaurios, en un acto de soberbia infinita, no admitieron sus consejos, diciéndoles que una vez fuera de la manada ya no tenían nada que escucharles. Algunos se atrevieron a llamarles despectivamente ¡dinosaurios! Ya preguntarían, de ser necesario, al resto de los dinosaurios a la manera de cualquier democracia participativa.

Finalmente, el Rey, máximo dinosaurio, tuvo que decidir si la opción de Sánchez-saurio podía prosperar, pero la sociedad quedó seriamente tocada. Los problemas fueron infinitos y la nueva especie acabo fagocitando a la anterior.

El chamán respiró profundamente y dijo al heredero ¿Has entendido lo que te he contado? ¿Has entendido porque hay que respetar a los mayores?, a lo que éste contestó: Ya. ¿Y si no, qué?