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  • Diario Digital | viernes, 03 de mayo de 2024
  • Actualizado 04:57

En los últimos años nos hemos ido encontrando con personajes que, perteneciendo al mundo de la alta política, han sido pillados con el carrito de los helados y voluntaria o forzosamente han debido presentar su dimisión tanto de sus cargos públicos como de los del partido. 

Cuando en 2014 el Señor Granados puso a disposición del partido, su cargo de senador y de diputado regional, algunos pensamos que podía estar surgiendo un principio de comparación de este, nuestro país de pandereta, con las grandes democracias del entorno en las que, antes de que unas acciones pudieran salpicar el buen hacer de una administración o –incluso- de un partido, ya estaban los cargos a disposición.

El ejemplo parecía haber cundido. No hacía mucho tiempo, Karl Guttemberg, ministro de Defensa alemán, se había visto obligado a dimitir por tras ser acusado de copiar su tésis doctoral. Repito, tras ser acusado. No parecería, a priori, un delito de los de lesa humanidad, pues cosas mucho más graves se habían visto, cuando surgió el caso de Annette Schavan, ministra alemana de Educación y Ciencia, qué –vaya epidemia- igualmente fue pillada infraganti también por un escándalo de plagio y también dimitió. Otros casos en diferentes países del entorno han tenido similar resultado, por no hablar de los impeachment del sistema americano.

Pero en España, en un tiempo en que los casos de corrupción nos están asolando y que no dejan de salir constantemente casos de personas que, supuestamente pueden estar implicados en cualquier tipo de corruptelas, no tenemos manera de que esos esos presuntos implicados dimitan antes de que puedan hacer un daño irreparable al país, gobierno o partido. Hace nada, surgió la noticia de que a Torres Hurtado, alcalde de Granada, le habían acusado de participar en una supuesta trama de corrupción urbanística en el Ayuntamiento y él, sencillamente ha dicho: "No dimitiré. ¿Quieren que lo diga más fuerte? NO”. Vaya poderío. Afortunadamente para la sociedad, a estas fechas el ínclito señor Torres ya lo ha dejado. 


Casos como éste, el de la senadora Barberá o ¿por qué no?, el del concejal Gómez en el Ayuntamiento de Burgos, soportado por propia decisión del alcalde, ponen en entredicho el buen funcionamiento de la democracia. Si a alguien se le conoce defecto que pueda redundar en un buen funcionamiento de la limpieza que se le exige a un servidor público, debe dimitir. De todo y de todas sus funciones públicas.

Por eso mi brindis por la decisión tomada por el ya, exministro José Manuel Soria quien, renunciando a sus funciones como ministro, a su acta de diputado y a la Secretaría General del PP canario, ha anunciado que abandona la vida política tras los errores cometidos en relación a la aparición de su nombre en los papeles de Panamá. 

No discuto su responsabilidad en esos papeles o en esos errores qué, quizá la tenga. Sencillamente me congratulo porque acaso suponga empezar a cundir con el ejemplo.