Tiempo de Ocio Ceuta

  • Diario Digital | sábado, 04 de mayo de 2024
  • Actualizado 00:02

Me dice mi buen amigo Moreno, valenciano de postín, que nada tiene que ver la Valencia actual con aquella que conoció hace apenas veinte años. Aquella ciudad sin mínimas instalaciones, infraestructuras de todo a  cien y de la que fuera de la Comunidad Valenciana apenas se había oído hablar, tuvo durante veinticuatro años el honor de haber elegido como alcaldesa de aquella localidad a Rita Barberá. Durante ese tiempo esta mujer extrovertida e hiperactiva dio a conocer a aquella ciudad pequeña y oscura al resto del mundo. El tiempo o sus propios cronistas loarán algo que es más que evidente.

Pero, aquélla alcaldesa que se daba baños de masas y que no había día que pasase sin que la aplaudiesen por la calle, posiblemente pecó. No lo sé. Si me remito exclusivamente a las pruebas lo único que podemos decir es que ha sido señalada con el dedo de la intransigencia ya que no ha habido un procedimiento judicial que haya podido sostenerse sobre la base de alguna acusación, imputación o ahora investigación. O que hasta ahora mismo haya habido organismo judicial alguno que haya podido demostrar las calificaciones que se le imputaban.

Esta mujer que hasta hace nada campeaba a sus anchas por la ciudad que la había elegido, tuvo que marcharse de allí perseguida y hostigada por los partidarios de la cerrazón, aquellos que no han esperado a que una sentencia judicial demostrase con luz y taquígrafos que efectivamente era culpable de aquello que se le imputaba.

Esta misma mujer, posiblemente poco preparada para sufrir en sus carnes las persecuciones a que estaba siendo sometida, no ha sido capaz de aguantar tal presión mediática y ambiental y su órgano vital se ha parado. Con este acto se eliminan de un plumazo todas las imputaciones investigaciones y juicios que se le pudieran plantear o tener pendientes. Ahora somos los que quedamos aquí quienes debemos hacer memoria de los logros que hubiera podido alcanzar y hacer balance de pros y contras.

Somos un país muy poco acostumbrado a la renuncia a los cargos, a las dimisiones o siquiera a los abandonos. Somos un país que enseguida olvidamos lo bueno que haya podido hacer alguien y nos fijamos exclusivamente en lo malo. Nuestro sistema judicial nos dice que nadie es culpable hasta que una sentencia avale esa culpabilidad. Por ese mismo criterio, esta mujer ahora fallecida no era culpable de nada. No se merecía el trato que ciertos partidos le han dado en vida y posiblemente en muerte.

Casos como éste los ha habido y los seguirá habiendo, pero recordemos que la próxima vez que le pongamos una calle a alguien, debe estar limpio e impoluto, con blancura nuclear y cuando guardemos un minuto de silencio no se considere un homenaje, sino una cortesía a los muertos.