Tiempo de Ocio Ceuta

  • Diario Digital | domingo, 05 de mayo de 2024
  • Actualizado 00:30

Jorge M. Mosquera Longueira, nacido en La Coruña, escritor y abogado, con despacho profesional en Burgos y especialización en Derecho Penal y Militar.

Hubo un tiempo en que no era posible pasar de niño a hombre sin mostrar en el labio superior una concentración de pelo que, en mayor o menor medida lo tapaba, dando así una imagen de hombría, poderío y brío, adecuados a la época en que se vivía. Era el bigote.

En ese tiempo, quizá se pasase hambre, o quizá no se tuviese mucha más ropa que la propia del trabajo diario, pero aquel bigote se traía con honra y orgullo, siendo en muchos casos ejemplo de generaciones y emblema familiar. Nos íbamos a la mili, lampiños como bebés y volvíamos con un matojo peludo en el morro que nos acreditaba como hombres. Pocos habrá que no estén de acuerdo con este argumento. Todos tenemos en nuestro álbum familiar, familiares -ahora bien rasurados- esgrimiendo un bigote a cuál más florido. De su uso aparecieron aforismos como “es un tío de bigotes” o “jugarse el bigote”, y bigotes superfamosos como el de Groucho Marx, Charlot, Pablo Abraira, José María Iñigo u otros de más infausta memoria. También recordamos que en nuestro presente más reciente, fue famoso el de José María mostrándose a todo el mundo, con las botas encima de la mesa….

Efectivamente, era toda una institución. Pero un día, silenciosamente y sin que nadie se diese cuenta, se fue, y sólo quedaron unos pocos nostálgicos que, manteniéndose en su honrosa posición, no quisieron atenerse a las modas y novedades que marcaban las nuevas tendencias y quisieron conservar aquel adminículo -que diría Mr. Poirot. Eso sí, con su marcha aparecieron otras muchas opciones, imposibles de detallar en tan corto espacio.

Ha tenido que ser un movimiento procedente de Australia, MOVEMBER (contracción de moustache y november) quien, siguiendo los pasos de otros movimientos de solidaridad, apoyo y financiación a la investigación en ciertas enfermedades, haya propuesto que, para respaldar la lucha e investigación contra el cáncer de próstata y testículos, los hombres se dejen bigote durante el mes de noviembre.

Hoy en día proliferan las organizaciones que proponen hacer algún tipo de esfuerzo -personal o económico- a favor de cualquier colectivo de personas con determinadas enfermedades, promoviendo de esa forma un pequeño homenaje con que halagarles. Un auténtico ejemplo de lo que es la solidaridad humana.

Entre las propuestas que se nos formulan, son muy valoradas las carreras contra el cáncer o las carreras de mujeres unidas contra el cáncer de mama. El MOVEMBER no pide correr, llevar un lazo en la solapa, o siquiera echarse un caldero de agua con hielos sobre la cabeza. Únicamente manifestar nuestro apoyo hacia ellos, con la muestra externa de un bigote. El logo del mostacho peinado, encabeza la enseña del movimiento: “dejémonos bigote sin olvidar que es por una buena causa”. ¿Por qué no? Si fue hermoso en su día, puede volver a serlo. Eso sí, sólo ellos. Ellas bastante harán con aceptar los cambios producidos.