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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Gratitud con Zara

Según la lista Forbes de personas más ricas del mundo, conviven un total de 2043 milmillonarios en el mundo. Torpemente he multiplicado un número por otro y se me ha roto la calculadora: 2043 elevado a doce.

Amancio Ortega, nuestro propio milmillonario y máximo accionista de Zara ha perdido fuelle con respecto al resto de camaradas forrados y ha bajado al número 4 de la prestigiosa lista. Ya me jode; si él ha bajado, no sé dónde estaremos los demás.

Nuestro Amancio, desde aquellos lejanos tiempos en la calle Real de La Coruña donde vendía saquitos para bebés con su hermana, ha sido capaz de encumbrar un imperio basado en la inteligencia comercial, saber empresarial y un cabal sistema de atención al empleado que asemeja sus empresas a un buen funcionariado.

Actualmente se ha involucrado en una fundación creada para apoyar a la construcción de una sociedad mejor, concretada en ayudas para renovación y mantenimiento de aparatos de diagnóstico y tratamiento del cáncer. Ha donado en varias ocasiones cantidades millonarias para alcanzar esos objetivos. Primero Galicia, luego Andalucía, luego la FECMA. Ole sus pelotas. Más nos valía tener más mecenas que siguiesen su estela dentro de este país de Romerales. Mejor nos iría.

Habrá quien diga que las fundaciones se suelen crear para desgravar a Hacienda. Vamos, vamos, no mareemos la perdiz. Quien que da tales apoyos y mecenazgo hacia una enfermedad que despierta tantos sentires no debería precisar de tales defectillos. 

Pero aún hay más. Algo que no se puede negar a Amancio y con ello a su empresa más conocida Zara, es que nos ha arreglado ciertas vergüenzas. Ha creado el método de devolver sin preguntas. Ha sido el precursor del sistema de devoluciones en masa que ahora maneja cualquier gran tienda del ramo. Ha hecho de la cultura de la devolución un hábito tan sustancial como el de la propia compra. Sin firmas, preguntas ni explicaciones. Vas a las rebajas y después de hacer una gran cola para comprar, podrás hacer otra igual para devolver lo que previamente has comprado, ello sin que las empleadas pongan mala cara o pierdan la sonrisa.

En otros tiempos, para devolver una prenda, ibas a la tienda casi avergonzado y eras interrogado por el concienzudo empleado: ¿Es que no le gusta? ¡Pues le queda bien!...Finalmente y luego de una serie de razonamientos te la llevabas de vuelta para casa y además contento. Gracias Amancio.