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  • Diario Digital | domingo, 05 de mayo de 2024
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Jorge M. Mosquera Longueira, nacido en La Coruña, escritor y abogado, con despacho profesional en Burgos y especialización en Derecho Penal y Militar  

 

En la película “Mi general”, del genial Jaime de Armiñán, se realiza una crítica venial sobre el Ejército desde la perspectiva de unos generales que, a punto de pasar a retiro, deben volver a la academia militar. Allí ridiculiza las altas esferas militares aludiendo al estancamiento y la necesidad de reciclaje, sugiriendo a los personajes típicos: el guapillo, el listeras, el chivato… No tuvo argumentos para incluir a un personaje recientemente conocido por los medios, y que no es otro que “el rojo”.

Julio Rodríguez “el rojo” es un militar que alcanzó lo más alto de la cúpula militar y a quien el paso a la reserva por edad, le habrá recordado cuando en sus tiempos le apodaban con aquel colorado alias.

En el Ejército lo había sido todo y lo había defendido todo: la Constitución, la Ley, la lealtad al Rey, los valores castrenses, el proteger y servir… Una lucha diaria mantenida durante su ciclo en la vida militar. Pero ahora, en su nueva situación, obviado y olvidado, ha cambiado de tercio y añorando una continuidad en la que plantar los valores que siempre ha defendido, ha fichado por el partido Podemos.

Tal fichaje, habrá venido precedido de una previa rendición de cuentas de la filosofía que impregna al partido y a su programa para, consentida esta fase, sentirse arropado por la organización objeto de la continuación de su lucha. Esta organización que con altas dosis de extravagancia política representa, entre otros, a los descontentos del 11M, que tiene serias dudas de cómo interpretar la Constitución y sus normas de desarrollo, que no duda en pactar con fuerzas de ultra izquierda o partidos anti-sistema o que aprieta las tuercas de la Ley para eludir ciertos compromisos históricos, ha sido quien le ha puesto, negro sobre blanco, el camino para su lanzamiento a la brecha política. Nada más fácil que ofrecerle algo que pocos estarían dispuestos a dejar pasar. “…estaré orgulloso de que sea mi ministro de Defensa” Pablo Iglesias dixit.

Desde esa nueva perspectiva el general rojo, podría instaurar un nuevo orden, orientando a los militares a dudar de los valores constitucionales o a preguntarse si la ley y los valores que siempre han defendido son debatibles o discutibles. No importa. ¿Quién se negaría a semejante homenaje? El general rojo no ha podido.

Pero ¡ay!, los efectos y las consecuencias no se han hecho esperar. Una de ellas, la más importante quizá, y que con toda seguridad lamentará, es perder el aprecio y el respeto de todos esos militares que, mientras han estado a sus órdenes, sí han sabido estar a la altura. El sabrá.

No obstante, cómo de toda acción siempre hay un beneficiado, aquí será Pablo Iglesias que, con semejante fichaje le ha dado un toque, donde duele, a Pedro Sánchez que no ha estado vivo y solo ha podido fichar a una comandante.