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  • Diario Digital | sábado, 04 de mayo de 2024
  • Actualizado 17:27
Crisis en Navidad

Hace años cuando España era un país sombrío que vivía de lleno un régimen de oscurantismo, sin luz ni taquígrafos que pudieran iluminarnos el camino, afortunadamente, una vez al año llegaba la Navidad. Las primeras fechas de diciembre nos adelantaban, con anuncios moñas, que presto llegaba el famosísimo sorteo. 

Con eso y poco más empezaban a iluminarse primero los locales, luego las casas y finalmente las calles. Los ayuntamientos ponían toda la carne en el asador para conseguir que aquel oscurantismo de once meses acabase en un momento y con luces de colores nos engañaban para que saliésemos a la calle y manifestásemos aquella alegría necesaria para seguir sobreviviendo.

Llegó la democracia, y la Navidad se mantuvo como baluarte de esperanza en los corazones de las personas, animando y ofreciendo los mejores deseos siempre bajo aquel conglomerado de bombillas que alumbraban las ciudades y que parecían hacer olvidar los sinsabores anteriores. Concursos de iluminación de calles, locales o establecimientos reflejaban el estado de ánimo de la población y no se veía comercio alguno que no tuviese en sus escaparates un batiburrillo de bombillas intermitentes reflejando su luz en toneladas de espumillones de colores.

De aquel hosco tiempo, hemos pasado a un consumismo sin límite. La Navidad llega prácticamente en octubre y no nos deja hasta febrero, seguramente, consecuencia de la luminosidad que reina en calles y comercios. Pero, algo ha cambiado en el sentir popular. Han desaparecido los concursos de adorno de escaparates y hemos entrado en una época de ornamento minimalista de Navidad, siendo suficiente un mínimo merry christmas para dejar acicalado cualquier escaparate. Los ayuntamientos tampoco ayudan mucho y algunos menos que otros. 

En las ciudades nos hemos enterado hace un par de tardes que la Navidad se nos había echado encima por el encendido del alumbrado navideño, pero confieso que he debido pensar si  ciertamente estábamos en Navidad o con el tiempo de las fiestas en verano o lo que es peor, con el “alumbrado” de semana santa.  Las luces bombilleras de toda la vida  han dejado paso a las luces led y los motivos de este año a base de la más alta tecnología más del estilo de matrix que de una Navidad tradicional, nos han cogido por sorpresa. La crisis que tanto nos ha amenazado durante los últimos años, ha tocado también a la Navidad y la ha empobrecido, haciéndola perder aquel toque de alegría que producían los destellos de sus bombillas. Pero no todas las ciudades han salido perdiendo, sino que tendremos que observar qué grupo político o coalición gobierna en una ciudad para comprobar cuanto será el gasto o el interés que se pondrá a la hora de festejar unas fiestas que, no deben tener simbología política. 

Tampoco pretenderé comparar ciudades españolas con otras del entorno ni mucho menos con ciudades de otros países más o menos cercanos, pero la realidad es que a todos nos ha afectado la crisis en mayor o menor medida y sin embargo las celebraciones de estas fechas, nada tienen que ver con aquellas que nos muestran en la televisión en las que sus efectos, aparentemente, no se han notado. 

Es por eso que, aunque los ingresos recaudatorios no hayan descendido, incluso aumentado en ciertas ocasiones, el gasto en alegrarnos las fiestas se ha quedado por los suelos y como síntoma directo de la llegada de la Navidad sólo nos ha quedado el frío.