Tiempo de Ocio Ceuta

  • Diario Digital | domingo, 28 de abril de 2024
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Deplorables

Platón ironizaba con mala baba sobre las virtudes de la democracia ateniense poniendo en boca de su maestro Sócrates lo siguiente: los atenienses son sabios, cuando necesitan levantar un edificio llaman a un arquitecto, si se trata de construir un barco acuden a los armadores, pero si se trata de deliberar de asuntos políticos entonces se escucha por igual el consejo de todo aquel que toma la palabra, da igual que sea carpintero o zapatero, noble o vulgar, rico o pobre. Y nadie le reprocha que se ponga a dar consejos sin tener conocimientos y sin haber tenido maestro.

De la pataleta de toda la casta progre contra la llegada de Trump a la presidencia cabe destacar con especial fulgor, por la rabia indisimulada, la de los actores norteamericanos. Por extraño que pudiera parecer, el hecho de memorizar papeles escritos por otros y expresarlos con mejor o peor fortuna ante el público o las cámaras, les hace creer que son una especie de intelectuales con capacidad de opinión sobre política, economía, geopolítica o cualquier otro asunto del que fuera menester opinar. La vergüenza ajena llega cuando se les escucha hablar sin recitar un guion. Como decía mi viejo profesor “se te caen los palos del sombrajo”.

Pero lo más interesante de este fenómeno es que tiene sus seguidores. Es decir, que hay parte del pueblo, en estos tiempos oscuros convertido en público, que escucha y da validez a sus opiniones. Baudillard le llamaba hiperrealidad, es decir la sustitución de la realidad por su imagen. Confundimos a los actores con los personajes pero además estos se nos presentan de una manera más atractiva y seductora porque son la “realidad” perfeccionada. Pero lo cierto es que pocos actores o actrices han alcanzado una categoría intelectual relevante. Tampoco se les pide. Lo suyo es interpretar no hacer política, su opinión es tan válida como la del tendero de la esquina. Pero parece que su pertenencia a una acomodada y elitista casta les impide entender que su país es complejo y diverso, que las sociedades están compuestas por clases sociales y que no todos los ciudadanos tienen sus mismos códigos de valores y que por ello no dejan de ser ciudadanos. Como “deplorables” definió Hillary Clinton a todos aquellos que votaron al magnate y en esas parecen estar los actores que le han comprado la mercancía averiada a una de las candidatas más corruptas de los últimos tiempos. Un intelectual de verdad se preguntaría por qué y cómo suceden las cosas. Deberían preguntarse porque la mayoría no ha preferido a Clinton, cual ha sido el balance real de la administración Obama, el real y no ese relato edulcorado con el que nos están bombardeando ahora, encaminado a mitificar el periodo y facilitar una futura candidatura de Michel Obama convirtiéndola en una nueva Jaqueline Kennedy, un relato que obvia los resultados de la presidencia de Obama, sus fracasos en el ámbito económico y el endeudamiento en el que deja el país o el chasco del Obamacare que ha empobrecido a las clases medias, sus contradicciones en materia de inmigración que le han convertido en el presidente que más inmigrantes ha expulsado en toda la historia nacional, o en asuntos de derechos humanos al ser el primer presidente que se dota de un protocolo que le permite ejecutar extrajudicialmente a ciudadanos estadounidenses fuera de sus fronteras, que no ha cerrado la cárcel del Guantánamo como prometió, que ha estado durante todos los días de su presidencia en guerra, que ha abierto las puertas y ha justificado a la dictadura cubana…Por lo único que Obama será recordado, y él lo sabe, es que gracias a él, llego Trump.